Para conmemorar el 500 aniversario del libro Utopia, de Tomás Moro, invitamos a la antropóloga Margarita Serje, a la socióloga Jane Hindley y a la crítica literaria y cultural Erna von der Walde a una residencia en la Base Chocó. El siguiente texto de Hindley aborda la Utopía, en sus dimensiones literarias, filosóficas y políticas.
IMAGINAR NUEVAS UTOPÍAS
Por Jane Hindley
En mis imaginaciones utópicas, transformo la cultura material.
Esa palabra, “utópico”…
suena un poco grandiosa.
Pero es sencilla, con frecuencia prosaica y, algunas veces, incluso lírica.
Pongo paneles solares en los tejados de todas las casas que veo a mi paso, instalo el mejor aislamiento térmico y luego entro y remplazo todos esos líquidos de limpieza químicos por soluciones ecológicas. En Suffolk siembro cercados de arbustos en los extensos campos abiertos, revivo los suelos desgastados con compost, y luego hago una pausa… para que regresen los insectos, los escarabajos y las ores silvestres, al canto celebratorio de los pájaros.
Algunas veces, me imagino algo más grande, más político, especialmente cuando viajo. Desde que viajé a Chocó el verano pasado, por ejemplo, me imagino que esa región ha declarado su independencia de Colombia. Algo así como los ecotópicos en la novela de Callenbach, ¿o sería más bien una autonomía como la de los zapatistas en México? Como quiera que sea, ahora las corporaciones, en su insaciable codicia, no pueden arrasar la selva ni envenenar la tierra.
Para mí, esto comenzó hace unos diez años. Fue en un seminario de científicos climáticos. Los términos “cambio climático”, “calentamiento global” y “emisiones de gases de efecto invernadero” me eran conocidos. Hacía ya un buen tiempo que habían sido acuñados y comenzaban a circular con regularidad en el discurso público. Aun así, todavía no los había comprendido como conceptos ni había entendido su verdadero signi cado ni sus implicaciones.
No suelo usar la palabra “epifanía”. Pero eso fue lo que sucedió- El mensaje no podía ser más claro. DEBEMOS PASAR DE SER UNA SOCIEDAD QUE PRODUCE ALTAS EMISIONES DE CARBONO A UNA DE CERO EMISIONES DE CARBONO DE AQUÍ AL 2050. Entre más tardemos en comenzar con la transición, más difícil será. DEBEMOS DEJAR DE PERFORAR, DEBEMOS DEJAR EL CARBÓN, EL PETRÓLEO Y EL GAS EN EL SUBSUELO. El corolario: las consecuencias de seguir como vamos son impensables.
Aun así, me tomó un cierto tiempo asimilar estos conceptos. Una cosa es hablar de nuestra “dependencia de los combustibles fósiles”, de “reducción de emisiones” y de “transición”, y una muy distinta es pensar en todas las ramificaciones: desde las grandes estructuras y los procesos industriales hasta los detalles más ínfimos de la existencia y el consumo cotidianos, la generación de electricidad, el transporte, la alimentación, la agricultura, la construcción, los textiles, los cosméticos. Por no mencionar todo el plástico.
También requirió mucha práctica dar el paso para comenzar a pensar formas alternativas, usando nuevas metáforas y formas de pensamiento. Lo más difícil era comprender lo que es una aproximación sistémica y la lógica de la sostenibilidad, no las versiones sociales de “desarrollo sostenible” (lo mismo de siempre con algunos gestos simbólicos), sino la versión radical que enriquece a las personas y la naturaleza.
No me pareció utópico cuando comencé a investigar. Era cuestión de ponerse al día con los tiempos, con los debates actuales y con un nuevo consenso. Por supuesto, el cambio climático era algo que generaba ansiedad y muchos temores. Pero la ciencia no dejaba lugar a dudas: ante el riesgo que enfrentamos, “reducir, reutilizar, reciclar” no era suficiente. No hacer nada no era una opción. Hacía falta un proyecto colectivo más contundente, en el que todos estuviéramos comprometidos.
De hecho, parecía posible, viable. Desde un punto de vista técnico, se había avanzado: donde antes había solo problemas, se habían encontrado soluciones ingeniosas. Incluso los políticos británicos estaban afrontando el problema. La Ley de Cambio Climático de 2009 fue aprobada unánimemente, se lanzaron nuevas políticas y programas y, gracias a una gran cantidad de nanciamiento, en las comunidades de base surgieron experimentos de todo tipo.
En cuanto a mis ideas, mi pensamiento, había mucha información acerca de las causas y cómo actuar, manuales muy útiles y frases ingeniosas. Incluso el viejo truco de etnógrafo, de hacer que lo conocido parezca extraño, y lo extraño conocido, resultaba sorprendentemente útil. Y además, había una gran cantidad de informes interesantes de personas y proyectos en todo el mundo para alimentar mis ideas y mi imaginación…
En ese momento, los hábitos se consolidaron. Pensar globalmente y actuar localmente requería un nuevo sentido de las cosas y reducir las emisiones de carbono en casa era fácil. Llené todas las grietas, tapé todos los huecos y luego elaboré un presupuesto para el tejado, las puertas y las ventanas. Después, podría pasar a mi calle, a mi barrio. O pasar a otros temas: de la demanda a la oferta, de los asuntos energéticos a la comida o el transporte.
Pero habría debido sospecharlo. En realidad, era inevitable que hubiera retaliación.