
Hacer contacto con el mar.
Adelantarse al encuentro para pedir permiso y conectar los territorios desde un pensamiento que fortalezca todas las partes, de una orilla a otra.
Emprender el viaje y que sea la curiosidad la que nos ponga a caminar. Con el permiso concedido, tomar justo lo necesario y entregar todo lo posible desde la atenta escucha.
En el fondo, las ballenas se suspenden en la energía vibrante de su canto, sus sonidos nos recuerdan el lugar del que venimos. Sanamos dentro de una canoa que en algún momento se usó para escapar. Sanamos aquí y ahora y sanamos por la herida ancestral.
Entre la armonía y el caos, seguiremos compartiendo las visiones de este espíritu rebelde que hoy nos constela.
Día 1 // Inspiración y mezmerre
Llegó el día de encontrarnos. Desde distintos puntos del mapa, aterrizamos en este pueblo costero del Pacífico colombiano habitado por comunidades negras e indígenas que nos abren espacio para juntarnos, un total de 46 personas diversas. El señor Hortencio le avisó a todo el pueblo que aquí estábamos, y con megáfono en mano, el perifoneo de este mezmerre rodó por las calles de barro y piedra. Empatizar como punto de partida. De toda esta presencia que traemos, algunos llegamos a recordar viajes pasados, otros a conocer Nuquí por primera vez. Los caminos abiertos para esta intensa semana de Lumbung.
Improvisar movimientos nos permitió reconocernos y también destornillarnos de la risa. En un mapa tejimos los puntos de nuestro trayecto para comprender las distintas latitudes de donde venimos.

La lluvia nos dio espera esta tarde para ritualizar el inicio. En un círculo dispuesto en el antejardín de la casa de la señora Amelia, se encendió un tabaco en las manos de Merly, compañera indígena del Vaupés, región amazónica colombiana. En bocanadas de humo, el tabaco —regalo de un abuelo Takuna—, se encendía en cada soplo de protección que se posaba sobre nuestras cabezas. Dice ella, que en su etnia los abuelos lo hacen así para que no se den choques o conflictos entre las distintas formas de pensamiento.
El viche también fue protagonista de la tarde. Destilado ancestral del Pacífico colombiano cuyos productores afrodescendientes de antaño fueron perseguidos y encarcelados. Un símbolo de la medicina cimarrona, una pócima que hoy en día nos comparten con orgullo.

«Mensajes de la Mar»
Un baño de yerbas en la canoa sonora
Yowar Mosquera y Leonel Vásquez nos compartieron sonidos de las profundidades del mar. En una canoa llena de agua con plantas medicinales, introdujeron hidroparlantes con cantos de ballenas. Acostarse dentro de esa canoa y recibir las vibraciones del sonido bajo el agua, nos conectó con memorias, sensaciones, visiones que Ericka Flórez en su experiencia relata como:
Cada momento de escucha es una oportunidad para abrir los poros y para hacer del cuerpo algo menos mecanicista, diagramático, discretizado.
En esa chalupa se oía el canto de las ballenas, y sentí que ese golpeteo me cambió la textura de los huesos. La materia invisible del sonido transformando la materia visible.
De mamífero a cetáceo solo porque lo aural es el mundo de lo continuo, no de lo discreto (de lo separado). Ya sin categorías, podemos todos resucitar a este nuevo mundo. Levántate y nada.
